Hace casi mil años, una señora de pocas palabras y mucho carácter decidió recluirse en un castillo solitario a orillas del mar, convencida de que nadie osaría molestarla en el Fin del Mundo. Así vivió doña Uzea en Finisterre mucho tiempo, libre del trato fatigante con los hombres. Sin embargo, un buen día algo ocurrió: el palacio se llenó de pronto de personajes insólitos, desde un vikingo enfermo de mal de amores hasta un hada caprichosa, todos dispuestos a sacar provecho de tan extraña situación. La dama no tuvo más remedio que atenderlos como mejor sabía: con sentido común, humor y unas gotas de cordialidad. A estos ingredientes tan sabrosos y a la sabiduría de las mujeres en general está dedicada esta novela, que Ángeles de Irisarri ha escrito con toda la pasión y la alegría que merecen las historias que nos revelan algo de lo que somos..., aunque hayan pasado mil años.