Tuvo una vida un tanto azarosa, ya que desde que terminó el colegio, fué: vagabundo, marinero, buscador de oro, trabajador de la construcción, e incluso en ocasiones tuvo que pedir limosna.
Nada más unirse al ejército, se afilió al partido socialista revolucionario y sería condenado en varias ocasiones, por propaganda revolucionaria, a exiliarse en zonas remotas de Rusia.
A principios del siglo XX volvió a San Petersburgo, se divorció y casó de nuevo.
El problema principal de Grin, es que su visión romántica de la vida estaba en claro conflicto con las tendencias literarias de la época, por lo que los editores tanto de Moscú como Leningrado se negaban a publicar su obra.
Vivió sus ultimos años en extrema pobreza y murió enfermo y totalmente alcoholizado.