Mikel es un vendedor de zapatos que aspira a ser escritor. La misma mañana en la que ha quedado con un agente literario interesado en él, todo comienza a torcerse. Durante el desayuno, se abrasa con el café, no solo tiene que cambiarse de ropa sino que le salen ampollas en paladar y lengua. Debes escoger entre ir al hospital o a su importante cita hablando como un tarado. Por supuesto, nuestro personaje está tan loco y desesperado que escoge la última. Antes de abandonar la casa a toda carrera, Carla, su mujer, le pide el divorcio. Él intenta recordar qué pasó la noche anterior pero solo obtiene dolor de cabeza.

En su carrera hacia su cita se encuentra con un gato que se parece sospechosamente a uno que tuvo hace años y que murió hace unos cuantos también. En la cita con el agente las cosas no salen nada bien: entre su dicción de tarado, su tardanza y las dudas del agente, lo emplaza para un futuro. Mikel sale de ahí deprimido y, cuando llega a la zapatería, harto de lo capullo que es su jefe, se despide. Al salir de su antiguo puesto, le coge una lluvia torrencial y se mete en un bar a resguardarse (el gato sigue por ahí) y, por primera vez en su vida, pide una copa y se emborracha casi al instante. El minino insistente se le acerca y Mikel, borracho, con quemaduras de segundo grado y el corazón roto, tiene la fantástica idea de ir a hablar con su mujer para arreglar las cosas en lugar de ir a Urgencias.